Los Mini PCs son siempre una buena opción para disfrutar de toda la potencia de un ordenador pero recurriendo a un tamaño compacto. Los podemos utilizar como servidor de contenidos, conectados al televisor y, por supuesto, como ordenador al uso. Raspberry Pi es uno de los productos más populares para estos fines, tanto por su atractivo precio como por las enormes opciones que trae consigo.
En 2012 llamó la atención de decenas de miles de entusiastas, tras emerger como un ordenador de bajo coste que pudiese llegar al mayor número de usuarios posible, y gracias a la amplia comunidad que aporta valor a este proyecto, existen usos tan diversos como sencillos de implementar con unos pocos conocimientos.
Pero, ¿qué es Raspberry Pi? En realidad, se trata de una diminuta placa base de 85 x 54 milímetros (un poco más grande que una cajetilla de tabaco) en el que se aloja un chip Broadcom BCM2835 con procesador ARM hasta a 1 GHz de velocidad, GPU VideoCore IV y hasta 512 Mbytes de memoria RAM. En cuanto a su precio, suele estar por debajo de los 40 euros, una de las razones que explica su popularidad. De hecho, a finales de 2013 se superaron ya las dos millones de unidades vendidas en todo el mundo.
Completando la Raspberry Pi
Para que funcione, basta con que añadamos nosotros mismos un medio de almacenamiento (como por ejemplo una tarjeta de memoria SD), enchufarlo a la corriente gracias a cualquier cargador de tipo microUSB (el mismo que sirve para recargar la mayoría de los teléfonos móviles, cuyo coste es ínfimo) y, si lo deseamos, incorporar un chasis para que todo quede a buen recaudo y su apariencia sea más estética. Estos pueden ser desde cajas predeterminadas hasta una que fabriquemos nosotros mismos echándole grandes dosis de imaginación.
La fundación de Raspberry Pi pone a disposición desde su página web Raspbian, una distribución de Linux basada en Debian, pero también podemos recurrir a muchas de las distribuciones específicas que la comunidad de usuarios ha desarrollado para diversos fines.
En función del modelo que escojamos, dispondremos de más o menos opciones de conexión, pero siempre tendremos al menos un puerto de salida de video HDMI y otro de tipo RCA, minijack de audio y un puerto USB 2.0 al que conectar un teclado y ratón.
En cuanto a conexión de red se refiere, podemos disponer de Ethernet para enchufar un cable RJ-45 directamente al router o recurrir a adaptadores inalámbricos WiFi. En este caso, eso sí, conviene que nos decantemos por la Raspberry Pi que incorpora dos puertos USB, ya que si no no podremos enchufar el teclado y el ratón.
Para el almacenamiento, Raspberry Pi recomienda utilizar una tarjeta SD con una capacidad mínima de 4 Gbytes y de clase 4 (este valor aparece siempre impreso en la tarjeta, e indica su rendimiento en cuanto a velocidad se refiere).
Para enchufar nuestra Raspberry Pi a un monitor o televisor, necesitaremos un cable HDMI o, si no disponemos de tal entrada de video, un cable HDMI a DVI. También es posible recurrir en su lugar a la salida analógica RCA (identificada en nuestra tele por un cable amarillo).
Centrándonos en el teclado y ratón, lo más sencillo es adquirir un conjunto inalámbrico que conectaremos mediante un único adaptador, y así no necesitaremos de más puertos USB.
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